sábado, 28 de julio de 2007

3.Preparación ritual

Los requisitos de preparación, que también se inscriben en el marco de los rituales personales, para la realización de una ceremonia no son realmente difíciles, pero aunque son voluntarios, deberían ser un esfuerzo y aliento por conseguirlos para lograr mantener la energía y fortaleza del círculo. Aquellas personas que no sean capaces de atenerse a ninguno de estos mínimos requisitos, tampoco, pienso, deben tener ningún mínimo interés en integrarse en cualquier ceremonia druídica.

No toméis lo expuesto como dogmas, sino como consejos para facilitar una conexión óptima con el entorno.
El número de personas que pienso, se requiere como mínimo para realizar una conmemoración, es de cuatro. Menor número de personas, me parece una reunión de tres o menos amigos que no van a poder efectuar una ceremonia como tal con eficiencia en el medio silvestre. Aunque ciertamente, se puede hacer cualquier ritual individual o de más individuos en la privacidad del hogar, pero con otras connotaciones más íntimas. También son factibles, los rituales personales e íntimos con diversos fines espirituales o vitales, tanto en el bosque como en nuestra vivienda u otro paraje, pero con vínculos y desenlaces diferentes a los cultos ceremoniales.

Además de las cuestiones por eficiencia, el número cuatro tiene muchas connotaciones místicas, druídicas y célticas.

Cuatro son las fases de la luna: Llena, Menguante, Nueva y Creciente.

Cuatro son los animales primarios totémicos: Jabalí, Ciervo, Águila y Salmón

Cuatro son las edades del Hombre: Infancia, Juventud, Madurez y Vejez.

Cuatro son los tesoros míticos de los celtas: La Lanza de Lugh, la Espada de Nuada, el Caldero de El Dagda y la Piedra Lia Fáil.

Cuatro son las ciudades míticas de los celtas: Gorias, Finnias, Murias y Fálias

Cuatro son los maestros druidas legendarios: Morias, Sénias, Urias y Arias

Cuatro son los puntos cardinales básicos: Norte, Sur, Este y Oeste.

Cuatro son las festividades Mayores druídicas: Samhain, Imbolc, Beltane y Lughnasadh

Y Cuatro son las festividades Menores druídicas: Alban Arthan(Yule). Alban Eilir, (Ostara), Alban Heruin (Coamhain) y Alban Elfed (Mabón)

No citaré, los consabidos 4 elementos; tierra, aire, fuego y agua, porque realmente la Teoría de la existencia de un principio permanente origen de todo, más conocida como la "Teoría de los 4 elementos", fue formulada por 4 filósofos de la Antigua Grecia: Tales, Anaxímenes, Heráclito, y más tarde Empédocles. Años más tarde esta teoría fue aprobada por otro filósofo de la Cultura Helénica como fue Aristóteles y gracias a él ha pervivido tantos siglos. Sin embargo, entre los druidas, a pesar de tomarlo en cuenta en sus rituales y asociaciones a la vida, a la muerte, a la purificación con las conocidas hogueras ceremoniales, a la transmutación, no lo consideraban un elemento raíz, pues debe su existencia a la acción del oxígeno u otro gas, que pertenecen al simbolismo místico del elemento Aire. Como sabemos hoy, a un nivel mundano y físico, el fuego es una reacción de oxidación de material combustible acompañada de una liberación de energía. El oxígeno u otro gas, el calor provocado y el combustible en proporciones propias crean el fuego y si uno de estos elementos faltara o fallara, éste no existiría.

Por otra parte los otros 3 elementos: Agua, Tierra y Aire no eran vistos como manifestaciones exclusivamente de lo físico, sino como formas de entender la vida. La comprensión de sus propias existencias pasaba por la integración con La Tierra, el Agua y el Aire y todo cuanto en ellos había y existía. Así pues, al fuego, al “Tan” en una de las lenguas celtas, lo consideraban como un soplo sagrado, un poder y un arquetipo. Así pues no existen evidencias que avalen remotas teorías sobre los 4 elementos en los rituales druídicos. Sin embargo, en la posterior restauración medieval de estos ritos, se encuentra alguna tenue correspondencia.

No obstante, el simbolismo del fuego es sumamente arcaico, estaba ya grabado en la mente de nuestros druidas como luz que se fraguaba en lo etéreo y se proyectaba en el aspecto de centellas y relámpagos o de los rayos vivificantes del sol.

Nuestro antepasado celta conectaba el fuego celeste con sus mismos dioses y al fuego subterráneo como una entidad con precisas expresiones, ambas de origen divino, simbolizando, por otra parte, también al eje del mundo que une lo terrenal con lo etéreo.

El fuego tiene un profundo sentido de tipo místico-espiritual. En el druidismo, es un símbolo vivo que se crea consciente e inconscientemente. Ya los druidas empleaban el rayo de luz solar para encender, en no pocas veces el fuego de sus altares, lo ejecutaban concentrando el rayo sobre un cristal apropiadamente tallado y engarzado, para atraer el fuego divino desde el firmamento hasta el santuario. El fuego es el componente que simboliza la iluminación personal, pero también la transmutación universal, es el que se eleva hacia el cielo y a sí mismo se sublima, es el que contribuye al Gran Plan Cósmico, es el que transmutado otorga nuevas modalidades de energía y progreso, si es sostenible y adecuado, para la Humanidad. El fuego, es también el atributo de la metamorfosis espiritual incitando a la meditación y al auto conocimiento, sabedor de las certezas y verdades custodiadas recónditamente en el inconsciente humano.

Y, además, es un elemento que el humano descubrió por sí mismo y que también puede originar por él mismo. Lo cual permite que desde épocas remotas y gracias también a ello, pueda sentirse parte de la Divinidad.

Siguiendo con la cuestión numérica sobre los miembros de un círculo druídico, de igual manera, pienso, que el número máximo de asistentes a cualquier ritual, es muy variable, dependiendo de la estructura y posibilidades del círculo como agrupación, Pero “a priori”, pienso que trece es un buen número, sin que necesariamente deba ser estricto.

Por otra parte, el número 13, también tienes sus propias connotaciones místico-espirituales y célticas.

Trece son las lunaciones que tiene nuestro ciclo espiritual.

Trece son los árboles del calendario druídico que encontramos o intuimos en el Ogham.

Ciertamente el número de participantes máximo por el cual un círculo deja de ser efectivo depende de muchos factores, como puede ser incluso la fraternidad alcanzada entre todos sus componentes. Un círculo sin estos vínculos afectuosos o con lazos frágiles entre los integrantes, o con conflictos personales, desequilibra la armonía y debilita el resultado que puede conseguir el círculo como un Todo.

El círculo debería tener un portavoz o dos, a modo de oficiantes en el tema del ritual, preferentemente de ambas polaridades humanas, es decir, femenino y masculino. Si dichos oficiantes son druidas/druidesas reconocidos sería lo más deseable.

Hay ciertos grupos paganos que no realizan sus rituales o otras actividades con personas de los dos sexos. En mi postura personal, opino que es un desacierto, que no ocurre en los círculos de orientación druídica. Las dos polaridades que se expresan físicamente en la especie humana, con sus fuerzas, energías, potencias, virtudes y singularidades varias, no son contradictorias, ni se repelen una a la otra, sino que se yuxtaponen y combinan. Tal y como sucedía antaño en la celebración de Imbolc, donde se veneraba a la mujer y los hombres aprendían de ellas, estableciendo una vez más contacto con su polaridad femenina. O como ocurría en la festividad de Lughnasadh, donde eran las mujeres las que admiraban a los hombres, aprendiendo de ellos y se armonizaban con su polaridad masculina. Los celtas en general, eran conscientes de la necesidad del equilibrio interno entre los polos masculino y femenino, si ambos permanecían en concordia en el interior de cada ser humano.

Por ello nosotros apoyamos que en momentos de meditación grupal, la intercalación de personas de uno y otro sexo, unidos por sus manos, para dar mayor cohesión al círculo y más fuerza energética, justo por la combinación de las potencialidades de ambos sexos humanos.

La unión justamente por las manos, y no por los brazos por ejemplo, en momentos de meditación grupal, tampoco es un capricho, pues éstas son unas de los más importantes partes del cuerpo, junto con los pies, que absorben la energía tanto la que otros seres nos transmiten, como la que se impulsa desde nuestras extremidades y otros entes captan, sean estos, animales, humanos o no, vegetales o minerales. También, al igual que las plantas de los pies, tienen una serie de terminaciones nerviosas y cauces por donde fluye la energía de nuestro cuerpo. Es evidente que intentar esta conexión por y con los pies al desnudo, es algo más complicado, por lo que mediante las manos nos parece lo más acertado.

Al crear nuestro espacio ritual o Nemetón, con apariencia de círculo, si este es trazado o dibujado, puede realizarse dicho perfil con una rama o cayado de roble o cualquier otro árbol. Digo, “si éste es trazado”, porque puede darse que hallemos un lugar tan idóneo, que el claro del bosque conforme ya por sí solo un círculo que se adapte a una medidas convenientes para nuestro grupo, en cuyo caso no será necesario trazarlo. En la antigüedad, no se delineaban círculos; el claro “per se”, era el círculo.

No es necesario indicar, que si no tenemos ya un cayado, concedido o asignado, no deberemos arrancarlo o cortarlo de su natural tenedor. Se impone que éste debe ser otorgado y regalado por el bosque.

La delineación del círculo puede realizarse igualmente con una espada o lanza, representativas ambas de dos de los tesoros de los Tuatha dé Danann.

Este círculo puede diseñarse también con montones o pilas de piedras más o menos menudas, sin embargo, esto implica un mayor esfuerzo tanto en tiempo como en lo físico. Si lo hacemos de esta manera, como obsequio a nuestros esmeros, sentiremos una intensa y positiva energía, pues las piedras llevan consigo toda la fuerza de todos los tiempos, de la naturaleza.

El círculo se proyecta en sentido horario o del sol, es decir, en “deosil”. La palabra “Deaseil”, no significa otra cosa, que “el sentido en el que camina el Sol”, empezando y acabando por el Este, tal y como hacían nuestros ancestros. Ellos denominaban “deisel” “a la manera de la mano derecha”.

El círculo puede trazarse con unas medidas mínimas aconsejables. En el caso de haber cuatro personas en ceremonia, el mínimo diámetro recomendable es 2 metros. Al ser solo cuatro personas, con más diámetro circular se pierde calor humano. Con menos trazo, interferimos unos con otros.

Para establecer los puntos cardinales del círculo, si no conocemos la orientación, es preciso utilizar una brújula. La circunferencia es símbolo, además, del infinito y de la eternidad, pues no tiene principio ni fin,

Si se establece un altar, este debe estar orientado hacia la salida del Sol, es decir, hacia el Este, como nuestros ancestros hacían, ofreciendo homenaje al despunte de la energía renovadora.

El altar puede ser una piedra o roca, de adecuadas dimensiones y estable. Puede ser un tablero sobre caballetes, ambos, de madera, sin elementos artificiales. Incluso puede ser la misma Tierra que pisamos, sobre un área específica que señalaremos para tal efecto con algún tejido, tela o paño de algún color armonizado con la estación que celebramos el ritual. Si el bosque está verde, verde podría ser el color apropiado, si está blanco por la caída de la nieve, blanco sería el color adecuado, si está rojizo o amarillento por la inminente caída de la hoja etc., estos merecerían ser los colores aplicados. Si aún y así mantenemos dudas sobre el color conveniente, sería aconsejable como fórmula general, obtener un paño o lienzo blanco de algún tejido no sintético, preferentemente de origen vegetal como algodón, lino, hilo, yute, ramio, sisal etc. y libres de tintes químicos.

La cuestión de la concordancia con el colorido natural del bosque, no tiene nada que ver con la superstición, el capricho o la falacia, sino muy al contrario. Un bosque constituye una Totalidad tupida, concentrada, coherente y armónica de plantas, arbustos, árboles, rocas, ríos o riachuelos etc. Todos ellos exteriorizan su estado, forma, modo y especialmente su energía. Con un proceder comprensible para la mente humana, nuestros ojos traducen ese estado, forma o modo de condensación energética, porque no vibra lo suficientemente rápido, presentándola como materia, y esa otra exteriorización de su energía, intrínseca y molecular, mostrándola como radiaciones lumínicas, visibles y otras ondas energéticas no visibles, que podríamos considerar como Hálitos o Auras. En resumen, vemos ese Conjunto que llamamos Bosque, como una biomasa que irradia energías en diferente longitud de onda, exhibiéndose a nuestros ojos con un determinado color. Color, que es la radiación luminosa o energía lumínica visible para los humanos, que en ésta reflexión subjetiva, procede de esa Totalidad.

Los humanos, es evidente, vemos lo tangible bajo distintas coloraciones, algunos matices como el ultravioleta o el infrarrojo ni los vemos, pero nos siguen influyendo. Cada coloración, tono o matiz que percibimos que tiene la materia sea de forma individual o global, corresponde a un efecto energético cuya causa es en este caso, el estado del bosque y tiene su influencia sobre todos los organismos que están o moran en él, y ello aunque perciban esas coloraciones como las perciban, puesto que cada especie ve lo que le rodea, según la capacidad de sus sentidos. Es evidente que cuanto mayor tiempo pasemos en un bosque más nos impregnamos de esa energía.

Esa influencia de los colores, tampoco es mera especulación u obtusa superstición, pues la física conoce que el color propiamente dicho no existe, la materia carece de color, pues lo que nuestros ojos perciben son las radiaciones lumínicas que la materia rechaza y no absorbe. Es decir, absorbe todas las radiaciones del espectro luminoso que el ojo humano es capaz de percibir, y repele, reflejándola hacia nuestros órganos de visión, la que la estructura de sus moléculas no es capaz de retener.

Podríamos, casi decir, que una planta verde es de todos los colores menos verde. Y al rechazarlo, si estamos en su ámbito de influencia, por proximidad física, ese es el color o esas son las radiaciones lumínicas, para ser más exactos, que puede incidir en nuestro organismo y en nuestra psique, además de otras energías. En resumen y diciéndolo de forma simple, los árboles y etc., irradian colores que nos influyen.

Por otra parte, aunque conocemos a un árbol, exclusivamente y en primera instancia, por la imagen que la radiación lumínica rechazada nos trae a nuestros receptores, no estamos realmente en contacto íntimo, en ese primer momento con el amigo y hermano árbol.. El conocimiento sobre él, es muy limitado y pobre, ya que sólo podemos conocer su exterior y no la integridad de su interior, su espíritu, y menos cuando ésta ánima, como sabemos, no pertenece a la materia, sino a la Suprema Divinidad, que llamamos Todo Absoluto, El Incognoscible, El Increado etc, pues es parte de él / ella. Si deseamos conocer en algo este espíritu, se impone un acercamiento con una sensibilidad suficiente para captarla y entenderla y por supuesto integrarnos lo máximo posible en su longitud de onda.

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