sábado, 28 de julio de 2007

FORMACION DEL CIRCULO RITUAL


Entre seguidores druídicos se debate en intimidad fraternal, cual es la mejor manera para formar un círculo ceremonial y practicar un ritual.

Pensamos, que para el seguidor druídico consecuente, el acto ceremonial debiera ser el último acto de la emanación de su espiritualidad. El druidismo, a través de la meditación y otros procedimientos, consigue una interiorización íntima y personal que nos ayuda a entender quienes somos en realidad, despertando nuestro interior y haciendo de nuestro aprendizaje un perpetuo auto-análisis, una búsqueda interior que hoy se denomina remozadamente auto-conocimiento.

Realizar unas ceremonias, sin conocer porqué y para qué se realizan, es una práctica inútil, es druidismo blanco, es mera parafernalia y cuando no, simple ocio. Sólo se comprenderá el significado del ritual si sabemos el mito o la leyenda, es decir, nuestra verdad, que lo origina y lo sustenta. Defender una filosofía con su opción de vida sin entender, que es lo que realmente estamos defendiendo, es un acto fútil. Los propósitos deben estar bien definidos y claros, cómo, porqué y para qué, festejamos el comienzo de una nueva etapa, porqué y para qué celebramos un ciclo natural, qué intentamos favorecer con el rito, para qué y porqué deseamos con el litúrgico acto, fomentar nuestra unión con la Madre Naturaleza y sus elementos que siempre estuvieron hay, aún sin estar preparados para intimar con ellos, honrar y conocer a nuestros antepasados o a nuestros propios dioses.

Dentro de nuestros actos ceremoniales, deben formar parte de esa estructura, los símbolos, los ritmos, las canciones, incluso danzas y meditaciones. Además de la cohesión entre los hermanos, componentes del círculo, donde ésta es fundamental. Pero uno de los mayores conocimientos que ofrece un ritual druídico, sin desechar ningún otro aspecto, es percatarse de que existe una Realidad Superior, unas fuerzas tangibles o intangibles, otros planos, otros mundos y otros seres.

Los druidas antiguos decían, que sólo aquellos que conocen su verdadero rostro y su nombre verdadero son los auténticos maestros.

Así pues ateniéndome en esta tema a la simbología druídica, deseo exponer unas opiniones, basándome en lo que percibo y entiendo que son, elementos culturales y místicos de nuestros ancestrales hermanos espirituales, eso que llamamos Tradición Primordial.

Deseo hacer estas observaciones, por si acaso ellas sirven de orientación, aunque sean elementales, a los muchos seguidores druídicos que no han hallado un itinerario adecuado por donde adentrarse en la frondosidad solemne de la liturgia druídica, para expresar ceremonialmente la consecuencia legítima y genuina de su espiritualidad.

El espacio de un círculo druídico ceremonial, debería ser un lugar preferido, reservado y aislado al que sólo pudieran acceder sus miembros para efectuar únicamente el ritual. Ritual que en su mayoría deben efectuarse después del crepúsculo o cuando se pone el sol, siguiendo la Tradición Primordial. Como ya sabemos, la jornada entre los celtas empezaba justo en esos momentos. Y no está de más apuntar, que no existe ninguna contradicción entre esta forma de calcular el transcurso del tiempo humano y las leyendas, mitos y cuentos célticos, repletos de héroes legendarios con atributos solares o diurnos. Hay que buscar una aclaración en esta simetría, nunca contradicción, de los conceptos metafísicos celtas: Los celtas fueron y son los hijos de la noche y es la noche la que da nacimiento al día. De la misma manera como el Ser es engendrado por el No-Ser.

El área destinada o circunscrita al rito o Nemetón, no debiera servir al mismo o en otro tiempo, para cualquier otra actividad lúdica del círculo. El mismo bosque es muy amplio y puede haber zonas específicas para diversas actividades. Además, el respeto, el buen juicio y la moderación, también son rasgos místicos. Un lugar situado en el bosque, en un claro a ser posible, tranquilo, limpio y rodeado de piedras y árboles. Los bosques son templos en nuestra espiritualidad, son sagrados y amigos y con estas connotaciones debemos actuar una vez en ellos. Bosque y templo son dos nociones equivalentes en nuestra espiritualidad. El respeto hacia el bosque es un cimiento básico donde se apoya el druidismo. No es consecuente, bajo ningún precepto, con el druidismo, internarse en cualquier bosque, y aún menos donde establezcamos nuestro círculo, para ensuciar, cortar hojas, ramas, flores, talar árboles o arrancar arbustos o arbolillos. Deberíamos aprender que el respeto no pasa por tales actitudes egocéntricas y groseras. Como decían los druidas de otras épocas: “No se puede arrancar una flor sin perturbar una estrella”. Por otra parte deberíamos visitar nuestros templos, que son los claros y sus bosques con más asiduidad. Muchos de nosotros concurrimos y acudimos mucho menos a nuestros templos que otras personas que pertenecen a otras espiritualidades, lo hacen con los suyos.

Como mucho, podremos recoger lo que el amigo bosque nos regale y siempre, interior o exteriormente pidiéndole permiso, y si es posible correspondiendo al regalo con acciones de agradecimiento. Los seguidores druídicos entendemos que los bosques no son posesiones, no se pueden comprar, ni vender, ni ensuciar, o hacer lo que nos venga en gana, pertenecen a ellos mismos, y a la Madre Naturaleza. Los bosques son nuestros perennes aliados, pues gracias a ellos también podemos vivir, respirando el oxigeno que producen y nos obsequian.. Proteger e intentar conservar el bosque al estilo de muchos grupos ecologistas, sin intuir o discernir las energías que lo albergan, los espíritus amigos que se manifiestan y tan solo arguyendo su importancia en la supervivencia del ecosistema y entre las especies, aunque ciertamente la tiene, es una defensa que a la larga se diluye en la eco- demagogia política, con pobres resultados efectivos. Máxime cuando existen bio-piratas con una nula espiritualidad que sólo entienden de beneficios económicos a toda costa y los argumentos ecológicos, les merecen el mismo respeto y consideración que un bosque lleno de árboles a punto de ser talado por ellos mismos. “Total, dicen, cuando el hombre devaste el último bosque, yo no voy a estar aquí para experimentarlo”. Y es que, pienso, que cualquier renovación social, debe pasar primero por una revolución íntima y personal. Por un cambio de conciencia entre los hombres. Por una revolución espiritual. De lo contrario sólo parches podemos obtener, que a la larga en ciertas ocasiones y a la corta en otras, se pudrirán y caerán por sí solos.

Nosotros entendemos que los bosques también se comunican. Entablan un fluido coloquio con nosotros, a través del aullar del viento, del crujir de sus árboles y ramas, de los rumores de sus fuentes, y el murmullo del agua de sus riachuelos, de los silbidos de sus aves, de los ecos de sus animales, del silencio de sus cuevas, de las marcas en sus piedras, y contraseñas en sus senderos y rutas. El bosque nos informa a través de sus montañas y cimas, de sus precipicios y vaguadas, de sus piedras, guijarros y ruinas ancestrales, que marcan los parajes de máxima inflexión telúrica. Se nos revela a través de los seres a los que ampara, visibles o invisibles, nos deleita los sentidos a través del perfume de sus flores y frutos, a través de los matices de su flora y de las formas de su fauna. El bosque nos manifiesta su disgusto o agrado ante nuestra presencia a través de la vibración que se refleja en nuestros sentidos como sensaciones y percepciones de congoja si nos rechaza, o de placer y euforia si nos acoge. Todo ello se condensa en el bosque, porque está vivo. Y es que, categóricamente, si honramos al bosque, éste nos honrará a nosotros. Cada árbol del bosque continúa estando en él presente, entre otras razones, para ser comprendido, correspondido y entablar una fluida relación con él.

El punto más importante de un bosque para una ceremonia ritual, es el claro, la zona o área donde puede contemplarse el firmamento sin obstáculos. Este es el genuino lugar de todo El Templo Silvestre, donde los miembros del círculo van a intentar conectarse con el espíritu de la Madre Tierra y sus fuerzas telúricas y del Padre Cielo y sus fuerzas etéreas, ambos arquetipos de todos los dioses, y estos a su vez emanaciones del Todo Absoluto. Donde estarán rodeados de hermanos arbóreos que los ayudarán con sus fluyentes energías y propiedades a realizar esa expansiva conexión. No es preciso, aclarar en amplitud, que si dicha área tiene como parapetos naturales a los robles, el lugar supera lo sagrado, si acaso esto es superable, y se transforma así en divino e inmaculado.

El culto druídico al Bosque se practica como simbolismo vivo del Todo, del Universo Sagrado, donde habitan todas las potencias de la vida humana y sobrehumana.

No es ningún fetichismo o superstición al árbol, es a la inversa: Una ciencia e intuición, un discernimiento, un conocimiento de que un árbol, morador permanente y supremo del Bosque, está arraigado en la Tierra y sus ramas se dirigen hacia lo etéreo. Un árbol pone en comunión los niveles del cosmos, desde los secretos arcanos profundos de la Tierra donde echa sus raíces hasta los rayos del Sol que atrae a sus ramificaciones, y su tronco, superando la superficie de la tierra.

Esta veneración por el territorio y sus fuerzas telúricas, la misma que reverenciaban los primeros pueblos y otros sabios alrededor del planeta, los druidas les aportaron la idea solar, etérica, incluyendo todo lo que está vivo, arriba o abajo, en una sola contemplación. El árbol, ente vivo, es el símbolo preciso de esta observación, pues enlaza los dos niveles: el inferior o menor y el superior o mayor. Lo que es arriba es abajo y viceversa, afirmaron los sabios antiguos.

El desierto y su aridez tanto a un nivel narrativo y figurado dentro de lo espiritual y social, como natural y tangible, es la antitesis del seguidor druídico, y el hecho evidente en la actualidad, es que este avanza. Bosques quemados, árboles talados, selvas devastadas, ríos corrompidos o desecados, cielos y aires contaminados, animales extinguidos o agonizantes etc. Quizás la humanidad pudiera vivir sin desiertos y aridez, pero sin bosques, ni ríos, categóricamente, ello no es posible.

Dentro del Nemetón druídico o claro sagrado, sería ideal que hubiera un árbol en su centro como símbolo del Árbol del Mundo, el “Bilios” celta. Nombre derivado del Dios Bilé o Bel gaélico o del Belenos galo, que tiene las mismas simbologías que el Yggdrasil germánico. Si esta representación del Árbol del Mundo es un roble, sería el “sumum” del “sumum”.

Es más que probable, que en el Nemetón que establezcamos, hallaremos rocas, piedras, peñascos o minerales agrestes varios. Materia que es la más antigua del planeta y como consecuencia del Nemetón. Llevan tantos milenios sobre la Tierra que encierran energías poderosas y antigua sabiduría. Nuestros maestros druidas de antaño sentían por esta materia una especial predisposición, venerándolas como ofrendas. Es a través de nuestras sensaciones táctiles, percepciones psíquicas y emociones anímicas como podemos sintonizar con las energías que las piedras y minerales transmiten, para muchos imperceptiblemente.

Existen lugares especiales en todo el mundo, donde las piedras, materia viva que emiten vibraciones telúricas, acentúan su energía. Estos lugares se reconocen por que en ellos se hallan construcciones megalíticas, dólmenes o menhires de diversos tamaños, desde pequeños y menudos hasta de más de cuatro metros. Dichos alzamientos pétreos, señalan y señalaban puntos de influencia solar intensa en el lapso entre estaciones climáticas o marcando líneas ocultas de fuerza geológica. Otros lugares especiales son aquellos por donde transcurren ríos, se forman lagos naturales o surgen fuentes espontáneas u originales. El agua es portadora de vida, es gélida como la del témpano de hielo, sinuosa y dulce como la del caudal, lozana y joven como la de la fuente, mística y espiritual como la del vapor, divina y celestial como la del rocío, mágica y prodigiosa como la de la escarcha, atractiva y seductora como la de la nieve, violenta e impetuosa como la del granizo, fértil y fecunda como la de la lluvia, divertida y placentera como la salada del mar. En conclusión posee una enorme facultad de adaptación y transformación.

Este espacio lo marcamos con el altar al ESTE, direccionandolo con nuestro dedo indice de la mano derecha o con una vara que se consiga del mismo bosque o en su caso varita para el ritual, circundamos el espacio.. con la escoba ritual barremos el espacio a nivel espacial osea sin tocar el piso es limpiar las energías... posteriormente se pasa el incienso circundando por cada color correspondiente a cada elemento tierra, agua, fuego y aire visualizando la fuerza de enrgía que circunda ese espacio.... y decir el circulo esta formado y no salir de el hasta terminar el ritual.

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